La demencia es definida por la Organización Mundial de la Salud, en la Clasificación Internacional de las enfermedades – Décima Edición (CIE-10, 1992), «como un síndrome debido a una enfermedad del cerebro, generalmente de naturaleza crónica o progresiva, en la que hay déficits de múltiples funciones corticales superiores…. que repercuten en la actividad cotidiana del enfermo».

Entre las funciones corticales superiores que el enfermo va perdiendo figuran la memoria, el entendimiento, el juicio, el habla, el cálculo, el pensamiento, la orientación, etc. No todas se deterioran simultáneamente, sino que es un proceso continuo en el que cada vez se percibe mayor número de funciones afectadas y con progresivo mayor deterioro, siendo generalmente la memoria la primera observación de alteración que percibe el enfermo o sus parientes más próximos. La pérdida única de la memoria sería una amnesia, y el deterioro único de la misma, una dismnesia. En ningún caso, si no existe otra alteración cognoscitiva se puede hablar de demencia.

Según la DSM-IV para diagnosticar demencia tiene que existir:

  1. Deterioro del pensamiento abstracto
  2. Deterioro de la capacidad del juicio
  3. Otros trastornos de las funciones corticales posteriores, como afasia, apraxia, agnosia y «dificultades constructivas»
  4. Modificaciones en la personalidad:

o bien una causa demostrable específica que se estima bien relacionada con esta alteración clínica

o bien, en ausencia de tal evidencia, puede presuponerse que existe demencia cuando no exista ningún tipo de trastorno mental a la que pueda achacarse la patología que se observa (diagnóstico de exclusión) (este es el caso típico de las demencias neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer)

  1. a) Pruebas evidentes de deterioro de la memoria a corto y largo plazo.
  2. b) Al menos uno de los siguientes síntomas:
  3. c) La alteración en a) y b) debe interferir de forma significativa en las actividades laborales o sociales habituales, o en las relaciones con los demás.
  4. d) Debe estar presente de manera continuada y no aparecer exclusivamente durante el curso de un «delirium» [ver Diccionario]
  5. e) Tiene que existir una de estas dos razones para la demencia

En la enfermedad de Alzheimer (EA) existe un trastorno de la memoria asociado a otras perdidas de las capacidades intelectuales (dificultades para expresarse y comunicarse adecuadamente, dificultades para comprender el significado de los objetos o de lo que se ve, desorientación…) que perturbe la organización de la vida diaria e impide llevar una vida familiar y social normal. En este sentido, la EA es una demencia.

La enfermedad de Alzheimer representa más del 60 % de todas las demencias.

Con la edad, el cerebro envejece como nuestro cuerpo. De forma progresiva, se desarrollan una serie de modificaciones que van todas hacia una disminución:

  • disminuye la cantidad de sangre que irriga el cerebro (casi un 25% a los 70 años), pero esta disminución es todavía compatible con un funcionamiento normal de los centros nerviosos;
  • se reduce un 10 % el consumo de glucosa y de oxígeno por las neuronas;
  • disminuye la tasa (concentración) de los neurotransmisores en el cerebro,
  • disminuye el número de neuronas.

Sin embargo, no hay que confundir el envejecimiento del cerebro (como órgano) con el envejecimiento psíquico. Al contrario de lo que pasa con otros órganos, existe una diferencia importante entre el órgano cerebral y su función. Todos conocemos personas mayores, alertas e inteligentes que conservan todas las facultades mentales, mientras que otras personas de misma edad, se degradan.

Estas diferencias proceden de dos hechos: 1) no somos iguales frente al proceso de envejecimiento normal. Algunos envejecen más rápidamente que otros; y 2) ciertas personas presentan lesiones degenerativas o vasculares asociadas a la edad de difícil diagnóstico precoz

 

Una nueva definición de la enfermedad de Alzheimer.

Hace tiempo que los investigadores y los clínicos intentan perfilar una nueva definición de la enfermedad de Alzheimer que abarca los estadios pre-clínicos, es decir antes de la aparición de síntomas que dan lugar al diagnóstico clínico de la enfermedad.

Varias son las razones que justifican esta actitud:
se sabe que las lesiones cerebrales empiezan varios años antes de la aparición de los trastornos de la memoria y del comportamiento, es decir de los síntomas que llaman la atención sobre la enfermedad, es obvio que los ensayos clínicos de una vacuna, es decir un medicamento que previene la aparición de la enfermedad, deben incluir a personas (no utilizamos la denominación de “pacientes”) que todavía no presentan síntomas clínicos…pero si lesiones cerebrales debidas a la enfermedad.

Considerando que la enfermedad de Alzheimer es un “continuum”, el grupo identifico tres fases de  la enfermedad:
una fase pre-clínica, es decir todavía sin síntomas clínicos donde los biomarcadores conllevan un papel determinante en el diagnostico,
una fase de deterioro cognitivo leve (Mild Cognitive Impairment) vinculado a la enfermedad de Alzheimer.
Solo el 50 % de las personas que sufren un deterior cognitivo leve desarrollaran una enfermedad de Alzheimer. Aquí también los biomarcadores son la llave del diagnostico, una fase de demencia debida a una enfermedad de Alzheimer.

Tomando como base los biomarcadores, se puede clasificar la dementa como probable, posible o sin relación con el Alzheimer.

Fuente: Fundación Alzheimer España http://www.alzfae.org/

 

 

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