La evaluación neuropsicológica estudia el funcionamiento cerebral y aporta información que no se puede obtener por otros métodos de estudio como pueden ser el electroencefalograma, la tomografía computada o la resonancia magnética. Permite a los profesionales de la salud mental comprender cómo funcionan las diferentes áreas y sistemas del cerebro de un paciente a través de la medición de sus capacidades cognitivas.

La evaluación neuropsicológica nos permite la medición de las siguientes funciones cerebrales:

  • capacidad intelectual
  • funciones ejecutivas
  • razonamiento
  • aprendizaje
  • memoria
  • atención
  • concentración
  • impulsividad
  • habilidades visoespaciales
  • capacidad lecto-escritora
  • comprensión lectora
  • lenguaje

Debería llevarse a cabo una evaluación neuropsicológica cuando se empieza a observar síntomas o quejas relacionadas con alguna de estas funciones (falta de atención, mala memoria, dificultades para organizarse…).

Algunos de estos síntomas pueden haber estado presentes desde siempre pero se empiezan a evidenciar cuando las demandas aumentan el nivel de exigencia (por ejemplo, cuando se requiere que un niño sea capaz de hacer los deberes, atender en clase, planificar su horario de estudio…); y en otras ocasiones, puede que estas funciones se hayan desarrollado correctamente pero empecemos a observar cambios en la concentración, razonamiento, memoria, coordinación, o incluso en la personalidad (como es el ejemplo de una demencia). Por tanto, una adecuada evaluación neuropsicológica nos resultaría útil para entender la situación específica de cada paciente.

La utilidad de las diferentes pruebas o tests neuropsicológicos es muy variable:

  • Valorar e identificar puntos fuertes y débiles en áreas o funciones específicas.
  • Planificar el tratamiento adecuado para cada paciente tomando como base los puntos fuertes para compensar las debilidades.
  • Identificar la presencia y naturaleza de trastornos cognitivos precoces o leves (por ejemplo problemas de memoria).
  • Complementar la información necesaria para confirmar o descartar el diagnóstico de ciertos trastornos del neurodesarrollo (como son el TDAH, el trastorno del Espectro Autista, la discapacidad intelectual y los trastornos del aprendizaje).
  • Planificar la reeducación psicopedagógica necesaria en el caso de niños y adolescentes con dificultades de aprendizaje (ejercitar los puntos débiles apoyándonos en los puntos fuertes).
  • Cuando se diagnostica una demencia, nos permite tipificar si se trata de una enfermedad de Alzheimer, una Demencia Fronto-Temporal, una Demencia Vascular, etc.
  • Identificar problemas asociados con enfermedades médicas que pueden afectar la memoria y la atención (como la diabetes, el alcoholismo…)
  • Realizar un diagnóstico diferencial, entendiendo qué áreas del cerebro podrían estar involucradas (como por ejemplo precisar si una determinada sintomatología podría explicarse mejor por el diagnóstico de un trastorno depresivo, de un accidente cerebro vascular o la enfermedad de Alzheimer).
  • Anticipar las dificultades en la vida cotidiana del paciente en base a las áreas cerebrales afectadas (inadecuada administración del dinero, comportamientos impulsivos, escasa planificación de la propia conducta…)
  • Evaluar los efectos de la toxicidad de ciertas terapias farmacológicas (como en la enfermedad de Parkinson, epilepsia, esquizofrenia…) y no farmacológicas (terapia electro-convulsiva).

 

Fuente:

www.neuropsicologia.com

 

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