Parece obvio el hecho de que las personas tengamos que saber comportarnos de determinada manera en nuestro ambiente. Sin embargo, algunas personas no tienen ciertas habilidades o no saben llevarlas a cabo en sus relaciones personales.

Las Habilidades Sociales las podríamos definir como “un conjunto de conductas que nos permiten interactuar y relacionarnos con los demás de manera efectiva y satisfactoria”. Hay personas que tienen más facilidad que otras, aunque todo el mundo puede adquirirlas y entrenarlas día a día con la práctica. Habrá a quien le cueste más este proceso que a otras personas, pero con entrenamiento puede conseguirse.

Las personas con habilidades sociales suelen controlar y dominar las competencias relacionadas con la comunicación y, además, tienen una mayor gestión emocional.

Las habilidades sociales suelen adquirirse en el ambiente familiar, en el hogar. Por lo que es importante que los niños reciban educación y competencias en este aspecto para luego saber utilizarlas en cualquier tipo de contexto.

Para que una persona aprenda estas habilidades primero necesita observarlas en los demás, o bien recibir instrucciones de cómo llevarlas a cabo, y después ponerlas en práctica. Si ve que le funciona, la añadirá a su repertorio de habilidades.

 

Algunas de estas habilidades sociales son las siguientes:

  • Saber iniciar y mantener una conversación.
  • Presentarse a uno mismo y a los demás.
  • Dar las gracias.
  • Formular preguntas.
  • Expresar emociones y saber qué hacer con las emociones de los demás.
  • Expresar y defender opiniones y deseos.
  • Pedir ayuda.
  • Pedir disculpas.
  • Expresar y recibir críticas.
  • Afrontar la hostilidad.
  • Hacer peticiones.

Normalmente, las personas que tienen dificultades o no poseen habilidades sociales suelen verse a sí mismas, y por el resto, como “vergonzosas”, “torpes”, o “tímidas”, lo que genera una etiqueta que pone una barrera más en la interacción social. Es decir: Si yo pienso que soy tímido y vergonzoso, suelo estar predispuesto a no verme hábil en una interacción social y por lo tanto tratar de evitar la mayoría de las veces o preocuparse más por no estar “quedando mal”.

Por otra parte, no solo importa tener habilidades sociales, sino que también hay que saber cuándo y dónde ponerlas en práctica.

Tener estas habilidades favorece el afrontamiento ante situaciones sociales complicadas o novedosas, ayudando a facilitar la comunicación de las emociones, la resolución de problemas y la relación con los demás. Sin embargo, si hay un déficit en ciertas destrezas, puede llevar a una actitud pasiva en las relaciones sociales, cediendo a peticiones y exigencias, o también a una actitud agresiva, imponiendo ideas y decisiones.

 

 

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