A pesar de la disminución de su consumo en los últimos años, el tabaco sigue siendo la droga más utilizada en el mundo. En España, aún con las leyes que prohíben fumar en determinados sitios y la mayor concienciación, casi una tercera parte de la población es fumadora.

La gran mayoría de las personas fumadoras son conocedoras de que es dañino para su salud y aun así suelen ver más la parte beneficiosa que la perjudicial, pero ¿sabemos de verdad lo que lleva cada cigarrillo?

El humo de la combustión del tabaco comercial está compuesto por aproximadamente 4.000 sustancias diferentes de las cuales 69 son altamente tóxicas y cancerígenas. Entre estas sustancias se encuentra el alquitrán (utilizado para el asfaltado), el cadmio (utilizado en las baterías), el arsénico (extremadamente tóxico), el butano (gas para mecheros), el cianuro de hidrógeno (veneno), el amoníaco (productos de limpieza), el mercurio (termómetros), el plomo, la naftalina (antipolillas), el metanol (combustibles), la acetona (quitaesmalte), y el monóxido de carbono (gas tóxico), entre otras.

Por otra parte, la nicotina, la sustancia principal del tabaco, además de ser la responsable de la dependencia fisiológica, produce una serie de efectos en el organismo tales como el incremento de la tensión arterial, de la frecuencia cardíaca, del nivel de azúcar en sangre, del movimiento intestinal, y aumenta la probabilidad de padecer alguna enfermedad cardiovascular o diabetes.

Todas estas sustancias presentes en los cigarros afectan a la salud tanto del fumador activo (la persona que fuma) como la del fumador pasivo (persona que está expuesta al aire contaminado por el humo del tabaco).

Fumar de forma activa está relacionado directamente como causante de distintas enfermedades o problemas de salud, entre los cuales están: Las enfermedades cardiovasculares, el cáncer de riñón, la impotencia/infertilidad, la irritación de las mucosas, el cáncer de laringe, la bronquitis crónica y el asma, el cáncer de pulmón, el cáncer de estómago, el cáncer de vejiga, malformaciones congénitas/aborto espontáneo, la osteoporosis, la pérdida de elasticidad en la piel, el cáncer de cuello de útero, y el adelanto de la edad de menopausia, entre otras. Aproximadamente, es responsable de 56.000 muertes anuales en España, del 30% de las muertes por cáncer, del 20% de las producidas por enfermedades cardiovasculares y del 80% de las causadas por enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

Por otro lado, los fumadores pasivos pueden presentar también problemas de salud como consecuencia de haber estado expuestos al aire contaminado por el humo del tabaco. Tienen mayor probabilidad de padecer alteraciones respiratorias, cardíacas, otorrinolaringológicas y cáncer de pulmón. Además, un fumador pasivo también puede ser un bebé en el útero de su madre, ya que los componentes del tabaco atraviesan la placenta y actúan provocando con gran frecuencia alteraciones, tales como la reducción del peso esperado para su edad gestacional, el síndrome de la muerte súbita del lactante, partos prematuros y abortos espontáneos, y el desprendimiento prematuro de placenta y placenta previa. Durante la lactancia materna, si la madre es fumadora, la nicotina pasa al bebé a través de la leche.

Sin embargo, ¿por qué a pesar de conocer los daños que provoca se sigue fumando? La adicción al tabaco o tabaquismo se mantiene por tres tipos de vías:

  • Dependencia fisiológica. La nicotina es una sustancia adictiva que al llegar al cerebro actúa, en definitiva, sobre unos circuitos de transmisión que llevan a que se requiera más de esta. Esto hace que cuando no se consume puedan aparecer síntomas como dolor de cabeza, irritabilidad, sensación de apetito, nerviosismo, y falta de concentración, entre otros.
  • Dependencia psicológica. Aquí nos referimos a las preocupaciones o pensamientos sobre el tabaco. Preocupación por dejarse el tabaco en casa, por si no se puede fumar en algún sitio que vaya, etc. Por ejemplo: “Si no puedo fumar me pondré nervioso”, “Necesito fumar para estar tranquilo”, “Si no fumo con el café no me quedo a gusto”, etc.
  • Fuerza del hábito. Hace referencia a la automatización del acto de fumar. Es decir, la conducta de fumar es algo ya automático que está incorporado en el día a día de la persona fumadora.

¿Cómo puedo dejar de fumar?

Todo el mundo puede dejar de fumar, sin importar la edad o las circunstancias, nunca es tarde para dejarlo y siempre se pueden conseguir beneficios. Para lograr alejar la conducta de fumar y vencer la adicción al tabaco lo primero que hay que tener es la decisión clara de querer dejarlo y unos motivos que nos empujen a ello. Por otra parte, es un proceso difícil, aunque no largo, en el que puede aparecer malestar, irritabilidad, síntomas físicos, ansiedad y estado de ánimo bajo. Por ello es recomendable saber cómo abandonar este hábito de una forma eficaz y duradera. Y para ello mediante la terapia psicológica se lleva a cabo el aprendizaje de técnicas y estrategias con el objetivo de manejar esas emociones, controlar el impulso de fumar, que disminuir el malestar, saber relajarse y poder llevar una larga vida sana.

 

 

Publicaciones Relacionadas