Las rupturas sentimentales son cada vez más frecuentes, y esto implica cambios en la estructura básica de las familias. El divorcio por sí mismo no es el que determina las alteraciones en los hijos, sino ciertas variables que frecuentemente acompañan a la ruptura de la familia. La intensidad de la reacción del niño va a depender, en gran medida de los trastornos que eso ocasione en su vida, del nivel e intensidad de conflictos entre sus progenitores y de la prolongación de dichos conflictos.

 

¿Cómo entienden los niños el divorcio?

  • Si tienen entre  4 y 5 años, entienden el divorcio como una separación física, y que lo más probable es que sea temporal. Piensan que su conducta puede ser la causa del divorcio.
  • Sobre los 6-8 años ya empiezan a entender la finalidad del divorcio, así como los aspectos físicos y psíquicos de los conflictos parentales. A pesar de ello, puede pensar que su conducta tiene impacto en decisiones parentales.
  • Entre los 9-12 años: comprenden psicológicamente los motivos para el divorcio. Aprecian la perspectiva de cada figura parental hacia el divorcio. No suelen autoculpabilizarse, incluso piensan que el divorcio puede beneficiarse por el fin de los conflictos.
  • Cuando tienen entre 12-14 años, aprecian la complejidad de la comunicación y pueden reconocer las contradicciones entre lenguaje verbal y gestual. Expresan lo que creen sobre “intención parental” y aceptan que las respuestas negativas no se deben a malas intenciones.
  • A partir de los 14 años, explican el divorcio como incompatibilidad parental y perciben la posible madurez de la decisión. Separan conflictos parentales de características personales.

 

Algunas de las respuestas emocionales más habituales según el periodo evolutivo, hasta unos dos años después del divorcio, son:

  • Etapa infantil (3-6 años): miedos, conductas regresivas (volver a hacerse pipí en la cama, chuparse el dedo…), querer dormir con sus padres, rabietas, llamadas de atención, aturdimiento, juego alterado o inhibido, incremento de conductas agresivas, culpabilidad, apatía, negarse a ir a casa de uno de los padres.
  • Etapa de primaria (7-11 años): conductas de recriminación para intentar unir a los padres, sentimientos de culpa, baja autoestima, puede aumentar la impulsividad, la hiperactividad y la agresividad, deterioro en el rendimiento académico, ansiedad, alteraciones de identidad, somatizaciones, conductas manipulativas y de menosprecio hacia uno de los padres mientras que al otro lo idealizan, conflicto de lealtades y temor de desorganización.
  • Etapa de adolescencia (12- 18 años): baja autoestima, agresividad, baja tolerancia a la frustración, dificultades en las relaciones sociales, dificultad para resolver los conflictos de forma dialogante, pueden incrementar las conductas de riesgo (alcohol, drogas…), preocupaciones sobre el sexo y el matrimonio, y cambios en la participación familiar.

 

 

Fuente y referencia bibliográfica:

www.psicodiagnosis.es

Fernández, E. y Godoy, C. (2005). El niño ante el divorcio. Ediciones Pirámide.

 

 

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